La noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, en todo el mundo se celebra lo que se conoce por Halloween, o Todos los Santos, pero realmente el origen es la festividad celta de SAMHAIN.
El origen de la palabra Samhain lo encontramos en el gaélico y significa ‘fin del verano’. Es considerada como la festividad celta del periodo pagano europeo (hasta su conversión al cristianismo) más importante. En Samhain se celebra el año nuevo celta, con el que comenzaba la estación oscura. Es un momento de transición y donde los dos mundos se comunican (el de los vivos y los muertos).
El calendario celta está basado en los ciclos lunares y solares (equinoccios y solsticios) y los meses comienzan siempre en luna nueva; por la cual cosa las festividades celtas también se basan en estos ciclos.
Se cree que Samhain se celebraba las 3 noches de luna llena más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, y esa luna llena estaba en el mes llamado Samonios, que significa final de verano y es justo de donde deriva la palabra Samhain.
En esta noche básicamente celebra dos aspectos, lo primero es la festividad del fin de la cosecha: se recogían los frutos de las últimas cosechas y daban las gracias por todo lo que les había dado la madre Tierra, preparándose para la llegada del frío y los días más oscuros.
Y por otro lado, como llega la división del tiempo de la luz (verano) al tiempo de la oscuridad (invierno), esto permitía el paso de los espíritus hacia nuestro mundo. La tercera y última noche de Samhain era llamada la noche de los espíritus; era el momento de impas entre un mundo y el otro, y podía surgir la comunicación entre los dos mundos. La gente podía comunicarse con sus antepasados o seres fallecidos. Los ancestros de la familia eran honrados e invitados al hogar, mientras que los espíritus dañinos eran conjurados. La gente usaba trajes y máscaras para disfrazarse de espíritus malignos y así evitar daños.
Una de las tradiciones más bonitas que podemos conservar ahora, es la de colocar candelas en las ventanas con la intención de que, nuestros ancestros, al cruzar la frontera de los dos mundos, convocados por nosotros, sientan que los recibimos como se debe, como una fiesta llena de luces y símbolos con los que se sientan identificados y a la vez, para que las almas perdidas que salen a recorrer los caminos en busca de casas en las que instalarse sepan que, en la nuestra, los ancestros estas con nosotros, compartiendo nuestros espacios y no podemos recibir a ninguno más.
Las hogueras y los alimentos juegan un papel importante en las festividades: los huesos de animales sacrificados eran arrojados al fuego común, los fuegos domésticos se apagaban y comenzaban de nuevo desde esta hoguera de la comunidad. La comida era preparada por los vivos para los muertos, los antepasados. Se preparaba una gran cantidad de carne asada, bebida y productos frescos de la tierra, y se dejaban asientos libres para que los ocuparan los espíritus de los familiares y participaran en la celebración. Se encendían grandes hogueras y se llenaban las ventanas de velas para guiar a nuestros seres queridos y a la vez alejar a presencias malignas.
Realmente es una noche mágica, una noche que debemos aprovechar para despertar nuestra intuición, para ir un paso más allá y no juzgar, para utilizar nuestros tarots y oráculos, hacer peticiones, recordar a nuestros antepasados y pedir y agradecer.
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Y me despido con una frase que le he oído muchas veces a mi madre, pero que seguro que ya se la decía su madre:
"No tengas miedo de los muertos que nunca hacen daño a nadie. Si has de tener miedo a alguien, ten miedo de los vivos”
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